Mi amigo Goulet me había invitado varias veces a la casa de sus papás, pero nunca quise ir porque vivía muy lejos, en un campo como a 2 horas de viaje. Además, en ese momento sentía al máximo la pena, no quería estar con nadie. Pero fui.
Cuando llegué fue tal como pensé que sería: me presentaría a su familia, me mostraría el campo, las vacas, y después iríamos a juntarnos con sus amigos. Aburrido. Pasadas las 5:30 de la tarde nos reunimos con ellos en el centro; eran todos hombres, y recorrimos el pueblo como en 5 minutos. Aburridísimo.
Cayó la noche y nos quedamos en el auto de uno de ellos conversando. Estaban tomando, pero yo no tenía ganas; pensaba solo en que quería irme y en que sentía ganas de llorar, pero era imposible en ese momento.
Pensaba en cuándo se me pasaría la pena, en lo tonto que fui, en mis papás, en mi fealdad tanto interna como externa. Pensaba en cómo iba a vivir de ahora en adelante sabiendo que todo había sido mi culpa.
Ahí fue cuando sentí que algo me pinchaba en la pierna, cerca de mi bolsillo. Revisé y era una cruz de plata, con un grabado que no recuerdo, pero seguro era mi nombre.
La apreté fuerte y me puse a rezar. Rezar era una de las pocas cosas que podía hacer sin desagrado; era más bien una necesidad, un arma de doble cañón contra mi amargura. Por un lado, repetir el rezo en mi cabeza impedía la llegada de nuevos pensamientos, y por otro, no perdía nada con solicitar algo de ayuda divina, que de paso sentía que no merecía, pero igual.
Luego de unas horas volvimos a la casa; eran pasadas las 3:30 AM. Goulet tenía una pieza que compartía con su hermano menor. Como no estaba, me acosté ahí, en su cama. Goulet se despidió y se durmió en la suya casi al instante, pero yo no tenía nada de sueño, así que agarré el notebook para ver una película.
Cuando inició, noté que en el escritorio había un documento PDF que yo no recuerdo haber descargado. Me llamó la atención porque ese notebook nadie más lo usaba excepto yo, y me gusta el escritorio sin íconos. Vacío.
Quizás si nunca lo hubiese abierto, nada de esto hubiese pasado. O quizás nunca tuve opción. Nunca lo sabré.
Extrato del Diario de Bill
14 de Marzo 2009